sábado, 5 de marzo de 2011

http://www.telealmerianoticias.es/2011/02/reportajes/orbera-el-obispo/

Orberá, el Obispo’ es el libro que Manuela González ha escrito sobre José María Orberá y que publica la editorial Círculo Rojo. La autora refiere cómo comenzó su interés por él y algunos de los pormenores de su trabajo. La autora nació en Melilla, aunque tiene profundas raíces en la localidad almeriense de Lucainena.


“Alumbrar este libro es fruto de mi dimensión religiosa, reclamando mi atención e interés el gran cuadro al óleo del Obispo don José María Orberá y Carrión, que preside la sala de visitas en el convento de las Siervas de María en esta ciudad de Almería.

Bastó la ofrenda piadosa de información de las hermanas, para despertar en mí la humana apetencia del sentimiento, el deseo y la búsqueda de todos los archivos disponibles que hiciesen referencia, a aquel que en su apostolado, quiso que las Siervas fundaran sede en esta ciudad y que la Fundadora Santa Soledad se desplazara hasta Almería para tal fin.

Por el oficio emanado de mi condición de pintora retratista, siempre que he contemplado el cuadro de tan ilustre personaje lo he hecho estudiando la pintura y, sobre todo, sus rasgos faciales, mirando hacia adentro después de haber mirado hacia fuera, y leía más de lo que los ojos podían, y podía más de lo que los ojos miraban.
Después, cuando las religiosas me dieron el encargo de pintar al óleo un cuadro de Santa Soledad, realicé una obra en la que se le representa repartiendo pan a los pobres. Se trata de un cuadro de 1´60 X 1´00 m. para la conmemoración de los 125 años de la fundación en Almería.

Para llevar a cabo ese trabajo solicité a las Siervas de María, me prestasen algunos libros o documentos, con el fin de estudiar, si no el rostro de Santa Soledad propiamente dicho, sí lo más parecido a su alma, que es su expresión, para poderla plasmar en mi pintura, captando de ese modo su sensibilidad, algo estrictamente necesario en la ejecución de cualquier obra pictórica.

En esos documentos narraban sus contemporáneos la vida de Santa Soledad. También me fui adentrando en la vida paralela del obispo Orberá. De esa manera llegué a comprender la bondad de su alma y, al mismo tiempo, descubrí su obra y su personalidad. Persona docta, decidida a acometer empresas difíciles para las circunstancias económicas de la época, pero él, como hombre de Dios, tenía toda su confianza puerta en la Divina Providencia.

Eso estimuló en mí un gran interés por conocer más a fondo su vida.

A medida que iba allegando datos, también empecé a conocer la vida de su secretario don Ciriaco María Sancha y Hervás, (1833-1909), que hoy podemos alegrarnos en el Señor al ser considerado Venerable Siervo de Dios, arzobispo y Cardenal Primado de Toledo y de la Santa Iglesia Romana, beatificado el 18 de octubre de 2009 por su Santidad Benedicto, XVI y protector de nuestra paisana la velezana Dolores Rodríguez-Sopeña.

Pues los tres se conocieron en Santiago de Cuba, y desde entonces compartieron una amistad en Cristo hasta el final de sus vidas. De la mano de don Juan López Martín, recibí muchos documentos y las correcciones históricas de todos los capítulos de este libro, tomándose tanto interés como si de un libro suyo se tratase.

Me prometió que, a su regreso de Roma, me haría el prólogo del libro, pero esto no fue posible, pues fue llamado a la presencia del Señor, el día 28 de julio de 2008.
Desde el cielo, al lado del Padre, me seguirá guiando para que este libro vea algún día la luz, libro que pretende ser un merecido homenaje a su persona por el apoyo incondicional que en vida me prestó.

 En las largas charlas que sosteníamos, con esa sabiduría innata en él, y de cuantas cosas me contaba del obispo Orberá – pues sus conocimientos eran como un manantial inagotable – yo trataba de absorber todo cuanto podía, como si mi cerebro fuera una esponja. Muchas son las notas de su puño y letra que guardo como un valioso tesoro. Con cierta frecuencia me decía: “Manolita, estás haciendo con éste libro una labor muy interesante que Almería te agradecerá. Faltan personas que tomen interés por nuestra tierra e indaguen quienes fueron los que nos precedieron y cuánto hicieron por esta desolada Almería; yo, desde la iglesia y toda su diócesis, toda mi vida la he dedicado a investigar, y mis viajes a Roma son fruto de esas investigaciones”. Y así, marchó a la Vida eterna, dejando sin concluir sus últimos trabajos. Gracias a Dios sean dadas, porque ya han visto la luz como escritos póstumos con el título “La Iglesia en la que creo y en la que sirvo”.

Antes de dar comienzo a esta obra espiritual humana, histórica y biográfica de nuestros protagonistas, he de decir que he vivido toda la vida delante del convento de las Siervas de María, en la ciudad de Almería, en la calle de Eduardo Pérez, nº 20, en la séptima planta delante de su convento. Ellas tienen el nº 19 de la misma calle, frente por frente, y siempre las he visto, al anochecer, cuando todos vienen de los trabajos y se recogen a descansar, salir como un reguero de hormigas, silenciosas, del convento a las casas donde está el dolor de un enfermo para cuidarlo toda la noche.

Cuando la ciudad duerme, ellas velan. Jamás en mi vida he conocido nada igual. Y sin pedir nada a cambio, porque ellas todo ese beneficio se lo hacen a los enfermos gratuitamente. “Recuerda que lo que el dinero no puede comprar Dios nuestro Señor nos lo da generosamente, que es la vida para vivirla, y hacer el bien con ella a los demás”.

Y con esa caridad, ellas se sienten felices y gozosas con su alma y con Dios. Porque la felicidad no es un camino, sino una forma de caminar por la vida. Y ellas se la tienen consagrada a su ministerio. Y no conocen otros caminos en las ciudades donde están, sino el camino de las casas u hospitales donde tienen que asistir a los enfermos.

Y así llevan desde el año de 1851 hasta nuestros días. Así es su mundo: espiritual, recogido, intimo, callado, porque en el contraste de lo humano es donde crece el gozo por lo divino. Sencilla y hermosa lección y utilísima en el momento presente “el que no vive para servir, no sirve para vivir”. Estos son sus pasos, sus pasiones y sus ejercitaciones excelsas: acción de gracias y alabanza: un camino de perfección.
Dice San Juan de la Cruz, en su canción de “La Noche Oscura”, que es el gozo del alma por haber llegado al alto estado de la perfección, que es la unión con Dios por el camino de la negación espiritual… “En una noche oscura/ con ansias, en amores inflamada/ ¡Oh, dichosa ventura!/ Salí sin ser notada/ estando ya mi casa sosegada…”

Ellas salen de sus conventos, en las noches oscuras, deseosas de aliviar a los enfermos sin repiques de campanas, sin ser notadas, en medio del más absoluto incógnito, haciendo sus oraciones al despedirse de la Virgen de la Salud, llevando la paz espiritual de sus almas sosegadas. Así con ese carisma de entrega a los demás, sin esperar recompensa alguna se desenvuelven las personas que aman al prójimo, con la absoluta convicción de su fe, y estas dos almas tan afines serán junto con sus contemporáneos quienes darán sentido a éste libro.

Mi más profundo reconocimiento a las Siervas de María por proporcionarme todos cuantos documentos tenían a su alcance para que estos trabajos de investigación vean la luz, como ejemplo los libros del Padre Zugasti y de José María Javierre
A lo largo de los textos trataré de ser ecuánime en lo que se refiere a los vientos políticos de la España del siglo XIX y XX, y que el lector obtenga sus propias conclusiones.

Mi impronta personal es pintora-retratista y concibo el arte como una experiencia religiosa. Ya nos lo recordaba Pablo VI en un mensaje a los artistas que afirmaba: “Este mundo en que vivimos tiene necesidad de belleza para no caer en la desesperanza.

La belleza, como verdad, pone alegría en el corazón de los hombres; es el fruto precioso que resiste la usura del tiempo, que une las generaciones y las hace comunicarse en la admiración. Y todo ello está en vuestras manos. Que estas manos sean puras y desinteresadas”.

Escribir este libro ha sido una aventura maravillosa donde, sobre todo, se ha manifestado la providencia de Dios. Lo que parecía una cumbre inalcanzable se ha convertido en un ameno valle.

Doy gracias a Dios que me permite ayudar a los demás a través de este libro y doy gracias a la Virgen del Mar y a Santa Soledad Torres, a quien confié esta lance literario.
Como he indicado anteriormente, he tenido el privilegio de vivir frente al convento de las Siervas de María durante muchos años. Sus enseñanzas me han acompañado siempre y siempre viviré marcada por esta experiencia de amor, de verdad, de justicia, de sufrimiento, de sentido, de esperanza,…

Dios me concedió este regalo y en mi afán de corresponder mis humildes ilusiones, me siento feliz y quiero transmitir este gozo a todos cuantos lean el libro, a todos los que ayudan, colaboran y trabajan por los más necesitados”.

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